¿Volverán?
Por acá va Saviola tocando con Sorín y con Maxi Rodríguez para abrir la cuenta. Por allá va Giusti, que toca con Burruchaga y Valdano. Por acá va Saviola, que roba una pelota y encara al arco. Por allá va Batista, yendo al piso y haciéndose imponer. Por acá un taco de Crespo, 25 toques en una jugada y una definición genial de Cambiasso, el resistido que metió el gol más lindo del Mundial. Por allá va Maradona, en la cancha del estadio Azteca, desparramando ingleses, y en la tribuna, en Gelsenckirchen, alentando como uno más, aunque nunca lo sea. Los miles de argentinos que cantan con toda razón “somos locales otra vez”, por un momento lo meten en la cancha: “Olé olé Diego, Diego..”
Ya cantaron el “Volveremos a ser campeones como en el 86”. A esta altura el mundo empieza a creerles o por lo menos a meterlos en la lista. Hace rato que Argentina gana y golea, disfruta y hace disfrutar, aplasta a la temida defensa serbia, que recibió un solo gol en las eliminatorias europeas. Hace rato que Saviola y Cambiasso, por los que Pekerman se jugó a pesar de las críticas, fueron esfuerzo, sacrificio, pero también fútbol y gol. Hace menos rato entraron Tévez y Messi, los que pedía la gente, pero el resultado fue el mismo: un gol cada uno, apilando a los grandotes serbios que no pueden con la habilidad del potrero.
¿Serbia no fue nada? ¿Terminó su Mundial por la mitad, en el entretiempo del segundo partido, y que luego simplemente se entregó y se dejó morir? Puede ser. Pero que se lo digan a los argentinos que transformaron por un rato a Gelsenckirchen en Buenos Aires, Rosario o Córdoba, y a los millones que se codean unos a otros sin animarse a proclamarlo. Como si fuera un secreto a voces, o un sueño, de esos que si se cuentan no se cumplen. El sueño tienen fecha y lugar. 9 de julio, en Berlín. 9 de julio. Si hasta parece predestinado.