The last Chans

Sigue sin tener la rapidez de Observa, ni la agudeza de Montevideo.com, ni la agilidad de Pimba. Mejor andate rápìdo

martes, julio 11, 2006

La leyenda del pelado sin cabeza

Era el final con que toda ser humano puede soñar. Zinedine Zidane había protagonizado hasta ayer una de las más increíbles historias de resurrección deportiva. En un mundo que desde el retiro de Maradona o Jordan busca al deportista perfecto, Zidane logró, en menos de un mes, granjearse una aureola de hombre casi infalible. Era la historia del viejo héroe que busca su última oportunidad. La película perfecta.

Los primeros pasos fueron duros, y hasta burlas hirientes pronosticaban una despedida temprana y humillante. Pero el protagonista consiguió salir del paso.

Hasta que dio el primer zarpazo. El recuerdo se transformó en admiración luego de la primer batalla ante España. Ante Brasil, la admiración se transformó en leyenda. Las fantasías de Ronaldinho, que tanto habían buscado los publicistas, las ofrecía ese pelado de mirada tranquila y estampa de vencedor.

De ahí en más tocó las puertas de lo mítico. Los diarios destinaron miles y miles de páginas para elogiar la victoria del viejo zorro contra las habladurías del mundo que se rinde ante el vértigo de la imagen publicitaria, de la gloria efímera y de los héroes de papel.

Y ayer continuó escribiendo esa leyenda.

Un gol en el comienzo de la final, con elegancia y en el límite que separa al inconsciente del verdadero maestro. El empate del enemigo, y una vez más los ojos sobre él para hacerse cargo de la historia. La del protagonista de una película épica que tiene que inventar sobre la marcha el desenlace.

Tras 110 minutos de lucha, el enemigo aguanta de pie. Los laderos, exhaustos, confían la responsabilidad exclusiva en su capitán. Como tantas veces tiene que hacerse cargo de la responsabilidad. La última vez. La más pesada de todas.

Y allí, la caída. El héroe que ante 60.000 personas está absolutamente solo, y por una vez da paso a la irracionalidad. Por primera vez, sus instintos pueden más que su inteligencia. Ese pecado, entendible para un mortal común, es imperdonable para un aspirante a mito. Y entonces, la cabeza que tantas maravillas ideó es capaz de la estupidez más ingenua, que lo lleva en un instante, y sin retorno, hasta el más profundo infierno. La traición a sus compañeros, abandonados en el peor momento. El héroe que se despide como villano, y se marcha a la oscuridad del vestuario con la cabeza gacha, sin poder mirar a esa copa que alguna vez besó y que ahora, ofendida, tampoco lo mira, mientras se le cae una lágrima por la traición. El héroe, el semi dios, por fin había demostrado que era humano.

El mundial se acabó. Los balances periodísticos dirán que el fútbol falló, los hinchas dirán que se aburrieron. Pero todos quienes vimos la final de ayer podremos decirle a nuestros nietos que fuimos testigos de una de las páginas más épicas de la historia de los mundiales.

Who links to me?